jueves, 31 de diciembre de 2009

miércoles, 30 de diciembre de 2009

30 de diciembre de 2009

Jim Morrison en el Père-Lachaise. A tu salud, rey lagarto! (nótese la botella de vino y los cigarrillos que algún amigo le dejó para que se divierta en la eternidad...)Dos amantes duermen juntos en el Pére-Lachaise y nadie se escandaliza.


Fontaine de Quatre-Parties du Monde en la avenida del Observatoire.

"No digas sí, di oui". Encontramos a Dodó en los Jardines de Luxemburgo.

lunes, 28 de diciembre de 2009

Las hermanas Persa reportándose

Domingo 27 de diciembre de 2009

Hoy es nuestro 4to día en París. Michi prepara la comida y, mientras, los demás hacemos lo que no se debe: comer antes de comer. Esta mañana acompañé a Fer a la boulangerie a comprar unos croissants regulares y uno aux amandes (moooy rico), y ahora los estamos atacando como termitas. Caminamos horas y horas por día, y se siente en el hambre que se desata apenas llegamos a casa. Por suerte, el pan dulce y el budín inglés que hizo nuestra gloriosa abuela Petra atravesaron fronteras sin inconvenientes gracias a la negligencia de los controles españoles y franceses (quienes no tienen nada para decirnos en lo que a ineficiencia burocrática respecta), y eso nos vino salvando meriendas hasta hoy, además de los quesos deliciosos que compraron los chicos: cantal, brie, beaufort, de Savoie, de cabra (que es riquísimo, y no se parece en nada al que probé en Argentina), y otros novedosos y lácteos y diferentes etcéteras.


Lunes 28 de diciembre de 2009

Desde luego, la comida no es un detalle menor del viaje. Anteayer probamos unas crêpes que, según Fer y Michi, son las mejores de París. En verdad, una delicia. Para mi propia sopresa, yo pedí una de morcilla (que ahora no recuerdo cómo se dice en francés) y manzana, para hacerme la niña exploradora culinaria. Así de asqueroso como suena, estaba de perillas. De cualquier manera, la próxima pido uno de quesos. De postre, una miel citron, por recomendación de Fernando, que siempre pide lo mismo porque -en su opinión- si algo es bueno, para qué cambiar... En fin, lo dice alguien que ya se mudó de ciudad tres veces y vive viajando. La incongruencia a la orden del día.

Qué contar del viaje... Ya recorrimos muchísimo. Como dije, caminamos muchas horas por día pese al frío, que por otro lado no es tan terrible como decían los medios en Argentina (¿siguen con los flashes de cómo se mueren de frío los europeos?). Clarín miente, señora. La cuestión es que ya estuvimos en la torre Eiffel, el Arco de Triunfo, Notre Dame, La Madeleine, el Sacré Coeur, el Moulin Rouge, el Jardin des Tuileries y blablablablablabla. No tiene sentido hacer una enumeración de lugares históricos; prefiero colgar algunas fotos que los muestren y pasar a los detalles curiosos. De cualquier manera, tampoco podría hacer un raconto fiel de todos los detalles curiosos que aprendimos, porque son muchísimos. Nunca aproveché tanto una ciudad. Michi, que estudió historia e hizo acá su master, es, además, guía en un city tour, lo que significa que conoce cada rincón y su historia al dedillo. Además de la historia de los lugares, Michi sabe condimentar con información más actual que resulta igual de interesante. Al paseo histórico se le superpone entonces el cholulo, y nos enteramos de dónde exactamente rompen el piso en El Código Da Vinci, cuáles son los lugares por los que pasa Bourne -el de la identidad-, o cuál es el bar y el mercadito de Amélie Poulain. También estuvimos por la famosa librería Shakespeare and Co., donde Ethan Hawke presenta su novela en el comienzo de Before Sunset, y Ana hizo su aporte farandulero al reconocer la esquina de Cartier, en los Champs-Elysées, donde Carrie Bradshaw se cae en ese capítulo de Sex and the City en el que viaja a París con intenciones de quedarse a vivir con su rusito, hasta que cambia de idea después de clavar el taco aguja en los onerosos depósitos de un perrito parisino. En esta ciudad hay muchos perros, es un hecho, y las calles están tan sucias como en Buenos Aires.

El Pantheon

Michi guía de turismo en el Jardin des Tuileries Poniendo la pirámide del Louvre en su lugar.

La torre de Saint-Jaques

Pista de patinaje sobre hielo frente al hôtel de Ville

Frente al Moulin Rouge

Comprando en el mercadito de Amélie

La suciedad de París merece un capítulo aparte. A decir verdad, más allá de este asunto de los perros, la ciudad se ve bastante limpia, sin basura en las calles. Ahora bien... Tema roedores: el primer día, después de caminar un buen rato, hicimos una parada en la Brioche Dorée (la misma cadena que puede encontrarse en B.A.) para comer algo, y, cuando fuimos al baño (en instantes nos ocuparemos de los baños parisinos), Ana y yo vimos corretear por debajo de las mesas a un simpático y pequeño ratoncito. Re linda experiencia, después de haber ingerido comida del local, saber que está invadido por ratones. Hasta llegué a preguntarme si el ratoncito no sería el chef del lugar, y consideré la posibilidad de acercarle mis felicitaciones por la riquísima ensalada que acababa de comer. Después de ver Ratatouille, esa hipótesis resulta verosímil. De todas maneras, los gritos de Ana me hicieron frenar el impulso de ir a preguntarle si él era el mismísimo Rémi, y de inmediato guardé la servilleta que preparaba para pedirle un autógrafo. Según Fer y Michi, es total y absolutamente normal encontrar ratas y ratones por todos lados, así que ellos siguieron masticando sin inmutarse cuando les transmitimos nuestro descubrimiento. Como estoy harta de que cada vez que algo funciona mal en Argentina los mismos argentinos digan: “esto en Europa no pasa”, permítanme espetarle al mundo: “¡Esto en Argentina no pasa!”. Si llegás a encontrar ratas en un bar te lo clausuran, no me jodan. Nunca vi nada más grande que una cucaracha en un bar argentino (aunque reconozco que he llegado a encontrarla dentro de la comida), mientras que acá veo un ratón a pocas horas de haber llegado y me dicen que “es normal”.

En el lugar del crimen: la Brioche Dorée

Ni hablar del “perfume francés”. Los franceses son famosos por sus finas fragancias, y nunca nos engañamos: sabemos que las esencias surgieron como una forma de tapar los repugnantes olores corporales. Bueno, para los que no lo sepan, les informo que los parisinos están muy orgullosos de su historia y son bastante resistentes a las innovaciones. Es algo que sabemos, por ejemplo, por la resistencia que opusieron a la construcción de la torre Eiffel -que planeaban tirar abajo después de la exposición para la que fue creada-, o por el rechazo inicial a la pirámide del Louvre, pero el de la higiene también parece ser un ámbito en el que los franceses se muestran conservadores. Yo creí que era puro mito, porque todos mis estudiantes franceses desmienten el rumor sobre su roña (y probablemente ellos sí se bañen tan a menudo como juran hacerlo, por qué no creerles, pero en todo caso serían la excepción y no la regla). En los pocos días que llevamos acá, he visto personas con el pelo tan engrasado que se podrían amasar unos buenos croissants con su seborrea. El otro día, tuvimos que huir de un bar por el hedor insoportable de un tipo en silla de ruedas, y no estamos hablando de un mendigo, sino de un ciudadano corriente al que nadie tuvo a bien depositar en una bañera y pasarle un duchador. Es posible que sea porque difícilmente se pueda encontrar en todo París una bañera.

Los baños de París. Algo que nos resultó sorprendente: muchos baños en los bares de acá son mixtos. Eso significa que, mientras estás haciendo esfuerzos para que ninguna sección de tu cuerpo roce ninguna sección del cubículo diminuto que contiene el inodoro, puede pasar que debas arrojarte sobre la puerta para detener a un tipo desaforado que intenta derribarla para entrar. Me pregunto si los golpecitos en la puerta antes de abrirla no se entienden en francés. Pero no quiero ser injusta; por lo demás, los franceses me resultaron de lo más amables. Otros baños sólo funcionan poniendo una moneda. Ayer a Ana le costó 50 centavos de euro vaciar su vejiga (hagan cálculos) en la brasserie donde tomábamos un café. Pero algo fabuloso es que hay baños químicos gratuitos por las calles (con lavabo), que se autolimpian al cerrarse la puerta (aunque la mitad está fuera de servicio, claro).

Un baño público subterráneo

Para seguir con los baños y sus peculiaridades: la casa de Fer y Michi consta de dos pequeñas salas de baño. Una tiene la ducha y el lavabo (o lavatorio, o como se diga; yo le digo lavabo, pero recibí cargadas porque parece que así se decía en la Edad Media, y ahora no sé cómo decirlo). En fin, el otro tiene el inodoro. (punto) Inodoro sin lavabo, sin bidet, sin nada con qué lavarse nada. Uno se pregunta ¿y los franceses cómo hacen cuando...?, ¿Cómo hacen si...? La respuesta de mi hermano parece acertada: los franceses no hacen nada de lo que uno haría cuando... o si...

El guiso de Anita ya está listo. Me toca poner la mesa. Espero que la estén pasando muy bien por allá. Besos, abrazos, y hasta el próximo boletín.